Los 26 mártires de Japón ( 日本二十六聖人, Nihon Nijūroku Seijin ? ) fue un grupo de cristianos ejecutados mediante crucifixión el 5 de febrero del año 1597 en Nagasaki, Japón.La ejecución se llevó a cabo por orden de Toyotomi Hideyoshi, durante la persecución del cristianismo promovida por el shōgun de Tokugawa, en la época en que éste dominó Japón. Fueron beatificados en 1627 y canonizados en 1862.
El 15 de agosto de 1549, San Francisco Javier, Cosme de Torres (sacerdote jesuita ), y el padre Juan Fernández llegaron a Kagoshima desde España con las esperanzas de llevar el catolicismo a Japón.El 29 de septiembre de aquel año, Javier visitó a Shimazu Takahisa, el daimyō de Kagoshima, pidiéndole permiso para construir la primera misión católica en Japón.El daimyō consintió con la esperanza de poder tener una relación comercial con Europa.
Originalmente, el shogunato y el gobierno imperial apoyaron la misión católica, pensando que esto reduciría el poder de los monjes budistas, y ayudaría a las relaciones comerciales con España y Portugal.De todos modos, el shogunato era precavido por el asunto del colonialismo, viendo que en las Filipinas los españoles habían tomado el poder tras convertir a la población (y que otros poderes coloniales habían hecho lo mismo en otros sitios).
El gobierno fue considerando cada vez más al cristianismo como una amenaza, y comenzó a perseguir a los cristianos.Posteriormente, la iglesia católica fue prohibida y aquellos que rehusaban abandonar su fe eran asesinados.
Finalmente, el Taikō Toyotomi Hideyoshi condenó a muerte a veintiséis cristianos – cuatro misioneros europeos franciscanos, uno franciscano mexicano ( San Felipe de Jesús ), uno indio ( San Gonzalo García ), tres jesuitas japoneses y diecisiete laicos japoneses, incluidos tres niños - los cuales salieron de Kioto escoltados por soldados y fueron ejecutados en la colina Nishizaka, en las afueras de Nagasaki. Los individuos fueron alzados en cruces y entonces pinchados con lanzas ante más de 4000 personas.Los portugueses, españoles y los cristianos japoneses que contemplaban la escena, no pudieron contenerse y, rompiendo el cordón de soldados, corrieron hacia las cruces.Empapaban en la sangre trozos de paño, recogían la tierra para ellos santificada, se llevaban pedazos de los hábitos y kimonos de los mártires.
Los soldados los golpeaban, los arrancaban de allí violentamente.Hubo heridos que mezclaron su sangre con la de los mártires.Por fin se restauró el orden y Terazawa Hanzaburo (amigo de San Pablo Miki, hermano del Gobernador de Nagasaki y que crucificó a los 26 mártires) colocó centinelas con severas órdenes para que nadie se acercase y, dando por terminada su misión, se retiró.Muchos notaron que al bajar de la colina también el soldado iba llorando; había permitido que dos jesuitas, los Padres Pasio y Rodríguez, asistiesen a los mártires.Luego la colina comienza a llenarse de gente y un rumor de oraciones.Inició la peregrinación Monseñor Martínez, que ponía el peso de su autoridad en aquel acto de veneración a los mártires.Después fueron otros misioneros, y los daymios de Omura y Arima, a quienes la noticia de la ejecución llegó cuando todo había terminado.Iban también soldados cristianos, de paso para la guerra de Corea, y sencillos campesinos que acudían de las aldeas vecinas.
Hubo que volver a cubrir a los mártires, despojados por la devoción de los cristianos.En los días siguientes Terazawa hizo cercar el lugar con cañas de bambú y reforzó la guardia.Todo inútil.De día los cristianos simulaban negocios que los obligaban a pasar por el camino de la colina, y se detenían en él hasta que los centinelas los forzaban a seguir.De noche pequeñas barquillas abordaban sigilosamente el acantilado.Los habitantes de Nagasaki vivían pendientes de Nishizaka, la colina de los mártires.Al año siguiente en 1598 un legado de Filipinas había recogido, previa autorización de Toyotomi Hideyoshi, los últimos restos de las víctimas y sus cruces; quedaron únicamente los hoyos que poco a poco iban cegándose.En los años posteriores la persecución continuó esporádicamente, explotando otra vez entre 1613 y 1637, tiempo durante el cual el catolicismo estuvo oficialmente prohibido.La Iglesia Católica en Japón permaneció sin clero y la enseñanza teológica se desintegró hasta la llegada de los misioneros del Oeste en el siglo XIX.
Dos siglos y medio después de la ejecución, cuando los misioneros cristianos regresaron a Japón, encontraron una comunidad de cristianos japoneses que había sobrevivido escondiéndose.
Así como hubo bastantes otros mártires (sobre todo en Nagasaki), los primeros fueron especialmente reverenciados, el más celebrado de los cuales fue San Pablo Miki, de la Compañía de Jesús.De los 26 mártires de Japón, 23 de ellos fueron beatificados el 15 de septiembre de 1627, y los 3 jesuitas en 1629.En la canonización también hubo diferencias, pero los 26 fueron canonizados el 10 de junio de 1862 por el Papa Pío IX. El día de su Fiesta ha sido siempre el de su martirio, 5 de febrero, pero porque en la Iglesia Occidental ese día coincide con el de Santa Águeda, la fiesta de los 26 mártires se celebra el día 6.En Japón, como es Fiesta Litúrgica, se celebra el día 5 ; canonizados por la Iglesia Católica en 1862 y están listados en el calendario como "San Pablo Miki y sus compañeros", conmemorando el 6 de febrero.
Sacado de las historias orales de las comunidades católicas japonesas, la aclamada novela "Silencio" de Shusaku Endo provee descripciones detalladas de la persecución a las comunidades cristianas y la supresión de la Iglesia.
Nippon Sei Ko Kai, miembro de la Comunión Anglicana, añadió los mártires a sus calendarios en 1959 para conmemorar todos los mártires de Japón.La Iglesia Episcopal y la Iglesia Evangélica Luterana en América (IELA) añadieron la conmemoración a los calendarios de sus respectivos libros de rezos avanzados los años 70.Algunas partes de la Comunión Anglicana y la IELA conmemoran a los mártires de Japón el 5 de febrero, la Iglesia Católica Romana y la Iglesia de Inglaterra lo conmemoran el 6 de febrero.
La Iglesia de los Sagrados Mártires japoneses ( Civitavecchia, Italia ) es una iglesia católica que está dedicada al evento de los 26 mártires de Nagasaki.Está decorada con el trabajo artístico del japonés Luke Hasegawa.
El 10 de junio de 1962, Centenario de la canonización de los 26 mártires, el sueño se convirtió en realidad.Ante peregrinos llegados de diversas partes del mundo, el alcalde de Nagasaki descubría el monumento destinado a perpetuar el mensaje de los mártires.Junto al monumento (hecho en el mismo lugar de su martirio) una pequeña higuera que traía en sus hojas sol de México, hundía las raíces en tierra española de los montes de Guipúzcoa.Está hecho de granito y bronce ; la piedra moteada de rojo ha sido arrancada de las canteras de Okayama, la patria de San Diego Kisai.El muro fue diseñado por el arquitecto Kenji Imai y las imágenes son obra del escultor Angélico Yasutake Funakoshi.
Sobre unas gradas, en las que incrustaciones de mármoles diversos presentan motivos martiriales: lanza, soga, fuego, se levanta un muro de piedra de 6 metros de alto por 17 de largo.El muro hace de marco a una gran cruz de bronce en la que destacan las imágenes de los santos.Cuatro años de trabajo.Cada imagen es un estudio acabado, con personalidad propia.El conjunto, sin embargo, obedece a una sola idea: Los mártires cantando suben de la cruz al cielo.Mira hacia el sur por eso el sol en su curva diaria va iluminando las imágenes desde todos los ángulos.Cuenta el escultor Funakoshi que la primera vez que vio su bronce bajo la fina lluvia de junio, las gotas que resbalaban por las mejillas de los tres niños, le quemaban el corazón sentía como si fueran sus hijos.
Un comentario que se oyó varias veces en aquellos días de la inauguración del monumento era este: " hace falta tener fe para poder producir una obra así ".Sí, el monumento es obra de fe y amor.Delicadamente lo dice el mismo artista al terminar una autocrítica de su obra: " Seré feliz si con ojos benévolos miran mi obra como el sencillo esfuerzo de un hombre de fe débil que ha querido acercarse, por lo menos un poco, a la expresión de lo que fueron las figuras y el espíritu de unos mártires de hace trescientos sesenta y cinco años " Angélico Yasutake Funakoshi.Por detrás el monumento presenta una visión completamente distinta.Toda la superficie está cubierta de trozos de roca con los que el arquitecto Kenji Imai ha simbolizado el camino de los mártires: ese mes de ruda peregrinación, soportando las inclemencias del tiempo, que llevó a los 26 santos desde Kioto a Nagasaki.
También aquí campea una idea vigorosamente expresada: los mártires son un racimo de uvas que, exprimido en el lagar de la cruz, se convierte en el mosto generoso del sacrificio."Sursum corda" (arriba los corazones), "Deus in itinere" (Dios en el camino), son frases en latín, grabadas acá y allá en la roca, que nos hablan de como, aún en aquella marcha de muerte, los mártires iban aromando con oración los campos japoneses.Sosteniendo un mosaico que mira al cielo y habla del cielo, entre el monumento y el museo, una recia columna, modelada imitando un viejo tronco de alcanfor, simboliza la fortaleza invicta de los héroes.